El origen de su nombre no es claro. Malinali en náhuatl es una hierba y se pensaba que ese fue el nombre indígena bajo el que la conocieron los conquistadores. La otra versión viene del nombre que recibió al ser bautizada, Marina. Como en náhuatl no existe la ‘r’, Marina se habría convertido en Malina, Malintzin en diminutivo.
Malintzin nació al inicio del siglo dieciséis en la región de Coatzacoalcos, actual estado de Veracruz, zona que estaba en el límite del impero Mexica y vivía bajo la amenaza de ser subyugada por el imperio. Por ello, Malintzin, como muchos en el México prehispánico, creció con una visión negativa de los mexicas. Ahí la élite hablaba náhuatl, pero la lengua común era el popoluca, que provenía de los antiguos olmecas. Esto le permitió ser bilingüe desde su infancia.
Malintzin vivió pacíficamente en Coatzacoalcos durante sus primeros diez años de vida. Al morir su padre, su madre quiso deshacerse de ella, para poder dar el señorío a los hijos de su nuevo marido. Fue entregada entonces a un traficante de esclavos y llevada a Xicallanco, uno de los centros de comercio más importantes de Mesoamérica, donde sería comprada por comerciantes mayas chontales, que vivían en la ciudad de Putunchán y requerían de una persona que hablara náhuatl.
Una vez más Malintzin se vio envuelta en un mundo bilingüe y aprendió a hablar el maya. En 1519 la expedición española comandada por Hernán Cortés llegó a la Península de Yucatán, y poco después a la desembocadura del Río Tabasco, donde Malintzin y sus amos chontales vivían.
Con el auxilio de Jerónimo de Aguilar, un español que naufragó años antes en las costas de Yucatán y que, al ser tomado como esclavo por los mayas, había aprendido su lenguaje, ofrecieron los nativos un mensaje paz. Los jefes chontales ofrecieron comida a los españoles y les pidieron que se retiraran. Cortés rechazo la oferta y ordenó que se iniciara un ataque contra el poblado. Tras un breve enfrentamiento, en el que los chontales perdieron, en cerca de 2 horas, a 200 de sus hombres, ante la superioridad militar y tecnológica de los españoles, se rindieron.
En las negociaciones de paz ofrecieron a los conquistadores, joyas, alimentos y 20 mujeres esclavas, entre ellas, Malintzin, de cuya belleza se habló mucho en su tiempo. Tras ser aceptadas, las esclavas fueron bautizadas y Malintzin, ya llamada desde entonces Marina, fue dada a Alonso Hernández Potocarrero, el hombre de más alto rango entre los españoles, por ser de origen noble.
Algunos días después, la expedición llegó a la zona donde hoy se encuentra el puerto de Veracruz. Ahí recibieron a los mensajeros del tlatoani Moctezuma, que solicitaban hablar con Cortés. Este le pidió a Jerónimo de Aguilar que tradujera el mensaje expresado en náhuatl, pero le fue imposible, ya que solamente hablaba maya.
En ese momento Malintzin alzó la voz y tradujo sus palabras al maya, y Aguilar a su vez, al español. Este hecho cambió inmediatamente la posición de Malintzin en la expedición, convirtiéndola en una pieza clave para la conquista. A partir de ese momento los españoles la empezaron a llamar Doña Marina, tal cual llamarían a una mujer de la nobleza española. Malintzin acompañó a Cortés durante todo el proceso de conquista, siendo determinante para el triunfo español, al servir como traductora y como una sagaz negociadora con muchos pueblos de Mesoamérica y ante el propio Moctezuma.
Después de la toma de Tenochtitlan en 1521, tuvo un hijo con Hernán Cortés, Martín, llamado así por el padre del conquistador. En 1524 Malintzin acompañó a Cortés en su desastrosa expedición a Honduras. En el camino, pasó por su tierra de origen y mostró a la familia que la había expulsado su alta posición al lado de los conquistadores. En ese viaje Cortés arregló para ella su matrimonio con Juan Jaramillo, uno de sus capitanes. Juntos, tuvieron a un hija, María. Este matrimonio le aseguraba a Malintzin la protección oficial y un nivel social muy alto.
Pocos años después, en 1529, Malintzin murió al contraer una enfermedad europea. Su fecha de muerte es, también, tema de discusión, ya que algunos la sitúan incluso hasta 1551, en referencia a algunas cartas encontradas en España que aseguran que estaba vivía para ese año. A partir de su muerte, tomó cuerpo la compleja figura histórica y legendaria de La Malinche, pero no adquirió su matiz como “traidora”, hasta después de la Independencia.
En 1826 la novela anónima Xicoténcatl la retrató como una renegada seducida por los españoles. Más de un siglo después, Octavio Paz en El laberinto de la soledad, la describió como la madre del mestizaje y de la cultura mexicana. Rosario castellanos, por su parte, la redime como una mujer atrapada en el poder patriarcal. Sin perder su lugar como una de las figuras más controversiales en la historia de nuestro país, en los últimos años se le ha deslindado de prejuicios culturales e históricos, y se le considera una mujer independiente que tomó decisiones personales para su propio bien y el de su pueblo, que era enemigo de los Mexicas.